16 junio 2007

Espíritu Olímpico

Una y otra vez veía el vídeo de su último salto.

Se ariesgó, se lo jugó todo. Era la ocasión de poner a prueba todo lo que había aprendido en todos estos años de entrenamiento. Pero uno de los giros no salió como debería y antes de caer al agua ya sabía que el salto había salido mal. Sin embargo ya sabía que había fallado...

La indiferencia fue generalizada, e inclusó adivinó alguna que otra sonrisa de satisfacción.

Sabía que sólo quedaba una opción. Subir a la plataforma más alta y volver a hacerlo. Esta vez debía dejar atras todo tipo de consideraciones y todos sus miedos pues a cada salto fallido sabía que el golpe sería cada vez mayor y las opciones de obtener el oro se esfumaban.

Cerró los ojos, respiró hondo, se puso en pie y dejando caer la toalla se dirijió sin dudarlo hacia las escaleras de la plataforma

1 comentario:

José Moya dijo...

Vaya, creo que es el primer relato que publicas en tu blog. Y la verdad es que está bastante bien...